A falta de un carnaval como el de Río, Argentina inventó la fiesta de la vendimia que se celebra todos los años en Mendoza. Espectacular por donde se la mire, los eventos se centran en la elección de una reina de la vendimia, que tiene lugar luego de un espectáculo multimedia que congrega a centenares de personas en un inmenso anfiteatro en el Cerro de La Gloria, uno de los íconos de la ciudad cuyana. Quien no entra al anfiteatro ve el show desde fuera, encaramado en las montañas que rodean el escenario.
Después de tres horas de un impresionante show con 870 artistas, más de 40 músicos, fuentes de agua, proyecciones láser y fuegos artificiales. Al visitante le queda claro que vale la pena cualquier esfuerzo y que pocas veces en su vida verá tanta gente junta involucrada en un evento que tiene aristas patrióticas, festivas y económicas.
Días de celebración. Los 4 días de festejos del fin de semana principal –involucran dos corsos, uno de día y otro de noche, fiestas populares y privadas y conciertos en varias partes de la ciudad- hicieron que 36 mil visitantes, entre locales y extranjeros, incrementaran en un 12% la ocupación de habitaciones con respecto al año pasado y dejaran ingresos a la provincia de Mendoza por encima de los 11 millones de dólares. Y no solo gana el gobierno: la reina de la vendimia –este año, Andrea Sofía Haudet del departamento de Guaymallén- asume un cargo de representación que involucra un sueldo de la región y viajes por todo el mundo, de China a Nueva York.
La industria turística que Mendoza ha construido en torno al vino es ejemplar y debería imitarse en toda la región. Las bodegas invierten sumas millonarias en construir edificios icónicos que armonizan con el paisaje y que son, en sí mismos, protagonistas de la distintas rutas que recorren los visitantes en estas fechas. Hay bodegas con campos enteros de golf como Altamisque, hoteles impresionantes de máximo lujo y restaurantes de prestigio como el de Francis Mallman en The Vines; spas centrados en vino como Entre Cielos e incluso bodegas como Salentein, con museos que albergan sorprendentes colecciones de arte holandés del siglo XIX y de artistas argentinos de estatura mundial como Marta Minujin.
¿Y la vendimia en Ica?
En Perú apenas se están dando los primeros pasos. Algunas bodegas han empezado a desarrollar propuestas de enoturismo y turismo vinculado al pisco con relativa timidez. Los hoteles de la bahía de Paracas ofrecen programas vinculados a estas actividades, pero no son todavía protagónicos. No cuesta nada imaginar el enorme potencial de la zona si lograra consolidar una oferta en la que la cultura de la vid –la región fue potencia enológica mundial en los tiempos de la Colonia- se articule con la puesta en valor del riquísimo pasado prehispánico de la región.