La poesía de Aarón Ormeño Hurtado es una fiesta chalaca, con sus luces y sombras, intensa como la vida misma.
Su último poemario, “Amor y sangre en el Callao” (Caja Negra, 2021), es una serie de experiencias vistas desde la poesía pero sufridas y gozadas en el corazón y la piel.
El libro conmueve, anima, entristece: la dura realidad del primer puerto está en sus páginas, así como sus goces, su amor más inocente, como la de padres e hijos, y el anhelo de un porvenir más luminoso que una tarde de verano en la Playa Cantolao.
Has escrito sobre el Callao en artículos periodísticos y ahora lo haces con versos. ¿Qué posibilidades te da la poesía para abordar el primer puerto?
La poesía tiene la inmensidad del mar y siempre está refrescando las orillas del Callao. Varias de las posibilidades expresivas (en cuanto a miradas y voces poéticas) que desarrollo en el libro las aprendí en mi barrio (la 3 de Tacna Norte). Este es un libro que siempre quise escribir. El proceso creativo ha sido bastante duro.
Desde tu primer poemario han pasado 7 años para la publicación de este libro. ¿Te tomas tu tiempo para escribir y corregir?
Es un libro extenso. Quise hacer algo así como un disco doble. Como el “Exile on Main St.” de los Rolling Stones. Escribí cerca de 120 poemas para este proyecto y finalmente publiqué 60. En la Universidad San Marcos aprendí que la reescritura es un proceso tan importante como la misma escritura. Corregir tiene sus misterios. Vale la pena hacer un esfuerzo y dejar de lado las vanidades por el bien de un libro.
En tus poemas abordas la dura realidad chalaca pero también su lado luminoso, con su gente. ¿No querías hacer un libro que solo hable de lo terrible?
La vida desborda oscuridad y luz. El gran problema es que nunca avisa lo que viene. Lo mismo pasa con la poesía. En este libro la intuición ha estado presente en todo el proceso creativo. Me dejé llevar por la marea de la literatura. Gasté varios lapiceros que guardo de recuerdo como si fueran fotos de paisajes que he visitado. El libro tomó su propia dirección. Yo simplemente lo he dejado ser. Al mar no lo puedes domar.
¿La palabra “sangre” del título de tu poemario también alude a la hermandad, la herencia, las relaciones entre padres e hijos?
Amor, sangre y Callao. Esos son los tres elementos que van a encontrar en este libro y que adelanto desde el título. El libro muestra el amor, la familia y la amistad. Todo aquello que resulta luminoso. También menciono a la sangre como símbolo de la violencia y la muerte. Este es mi Callao personal construido desde la poesía. Todo es ficción. No es un documental ni un reportaje.
“Pan con chicharrón y jugo surtido en el mercado. / Así de fácil era escaparnos del mundo”, dices en el poema “Rompeolas”, uno de los más conmovedores. ¿No hay mayor poesía que en las cosas sencillas?
Lo sencillo resulta encantador. El problema es que casi nunca lo apreciamos. La vida es muy rápida y nos meten por los ojos demasiada información. No todo es necesario. No todo sirve y eso nos distrae de lo real. En ese sentido, pienso que la poesía es un intento por aferrarnos a momentos. En el caso del poema que mencionas, es volver a caminar de niño con mi padre por el Callao.
¿Qué nos dice el amor, en sus diversas formas, en un contexto de violencia?
El amor siempre es un faro en la oscura noche. Es una fuerza interior. El amor siempre es una posibilidad en cualquier contexto complicado, hasta cuando la vida se vuelve demasiado triste.
¿Qué soundtrack salsero recomendarías para la lectura de estos poemas?
El verdadero soundtrack de mi libro es el sonido del mar del Callao, pero si me pides recomendaciones de salsa, te suelto unas perlas: “Mi desengaño” de Roberto Roena y su Apollo Sound, “Entrega” de Niche y “Pancho Cristal” de Richie Ray y Bobby Cruz.