Porque Brasil es mucho más que el fútbol y las playas, tiene paisajes que rompen con ideas preconcebidas y que invitan a relajarse y buscar la paz que es tan negada en la ciudad.

Aquí una pequeña muestra de lo que vivió nuestro enviado especial.

En el pequeño pueblo de São Jorge nadie parece muy preocupado por asuntos mundanos. A lo largo de sus calles sin asfaltar, la gente camina en sandalias y holgados trajes con motivos hindúes. Es un sitio para olvidar la formalidad citadina, para vivir una experiencia mística y buscar algún tipo de revelación a través de prácticas orientales o chamánicas. Asimismo, es el punto perfecto para un encuentro cercano con alienígenas, pues muchos ufólogos arriban con esa intención.

Mundo de piedras. Si el poblado, situado cerca a Brasilia, es tan atractivo para turistas interesados en algo más que solo placer es por los escenarios que lo rodean. Quizás el más espectacular y bizarro es el llamado Vale da Lua. Se trata de una extensa sucesión de enormes piedras con caprichosas formas creadas por la erosión de las aguas del río São Miguel, lo que hace del lugar un espacio de apariencia lunar (como su nombre lo indica), además de ser geológicamente interesante.

Historia milenaria. "Vale da Lua está en una zona de confluencia de dos placas tectónicas y tiene rocas muy antiguas, de miles de millones de años", comenta el guía local Marcello Clacino. De hecho, el área donde se ubica el valle, conocida como 'cerrado' -la gran sabana central brasileña-, es un ecosistema más antiguo que la Amazonía y conserva incluso plantas prehistóricas, adaptadas al clima seco y caluroso de la zona.

Relax y diversión. Pero no es solo por el valor ecológico ni por motivos esotéricos que la gente va al Vale da Lua, sino también por simple relax y diversión. En las piedras se han formado por obra y gracia de la naturaleza una serie de piscinas y cascadas. Los turistas -sin importar la razón de su visita- difícilmente resisten la tentación de darse un baño en una de ellas.