El canciller alemán, Olaf Scholz, llega el viernes a Pekín para una visita controvertida en un contexto de desconfianza creciente de Occidente hacia el gigante asiático.
Su avión aterrizó en la capital china sobre las 09H40 (10H40 GMT), según un periodista de la AFP a bordo.
Scholz es el primer dirigente de la Unión Europea y del grupo G7 de naciones industrializadas en viajar a China desde el inicio de la pandemia, que llevó a la segunda economía mundial a cerrar sus fronteras.
Esta visita de un día, que llega después de la reelección de Xi Jinping al frente del Partido Comunista y del país, se ve con ojo crítico no solo en Alemania, también en París, Bruselas y Washington.
Al reanudar las visitas a Pekín de su predecesora democristiana Angela Merkel, que viajó 12 veces en 16 años de gobierno, el socialdemócrata Scholz se rodeará de una delegación industrial que incluye los dirigentes de Volkswagen y BASF.
Sin embargo, la dependencia de la primera economía europea de esta autocracia, donde las empresas alemanas generan una parte importante de sus beneficios, está cada vez más cuestionada.
“Con su viaje a China, el canciller continúa una política extranjera que condujo a la pérdida de confianza en Alemania entre nuestros socios más cercanos”, criticó el diputado opositor Norbert Röttgen.
“China cambia”
Incluso llegaron avisos desde dentro de la coalición gubernamental: la ministra de Relaciones Exteriores, la ecologista Annalena Baerbock, llamó a “no depender más de un país que no comparte nuestros valores” por riesgo de ser “políticamente vulnerables al chantaje”.
Algunos días antes del viaje, el canciller alemán autorizó una participación china en la terminal portuaria de Hamburgo (norte), aunque Estados Unidos presionó a Berlín para limitar la cesión al grupo Cosco.
Tratando de apaciguar los ánimos, Scholz prometió “no omitir las controversias” durante esta visita donde debe encontrarse con Xi Jinping y el primer ministro Li Keqiang.
En un artículo publicado antes de su salida, el canciller dijo ser consciente de que “la China de hoy no es la misma que hace cinco o diez años” y puso como ejemplo el reciente congreso del Partido Comunista, que reforzó todavía más el poder de Xi.
“Si China cambia, nuestras relaciones con China deben cambiar también”, escribió Scholz.
Pekín no quiere interferencias
En el campo económico, el líder alemán no contempla una desconexión de China, pero una reducción de las “dependencias unilaterales” con “sentido de la proporción y el pragmatismo”.
También detalló “los temas difíciles” que quiere tratar en sus entrevistas, como “el respeto de las libertades civiles y políticas y los derechos de las minorías étnicas” como los uigures de la región de Xinjiang.
“La parte china se opone a cualquier interferencia en nuestros asuntos internos y toda denigración bajo la fachada de discusiones sobre derechos humanos”, advirtió el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, Zhao Lijian.
Scholz también prometió hablar de “la situación tensa alrededor de Taiwán” y de la guerra en Ucrania, en la que la “neutralidad” reivindicada por China es vista como un apoyo tácito al Kremlin en Occidente.
“Es lógico que Scholz y Xi se conozcan mejor en persona. Una línea directa con Pekín también puede ser útil ante un riesgo de escalada de la guerra de Rusia en Ucrania”, dice Mikko Huotari, director del instituto Mercator de Estudios Chinos en Berlín.
Pero considera que el dirigente alemán debe aclarar su mensaje para explicar “a su propio gobierno, a Europa y a China la orientación de la política china de Alemania”.
Fuente: AFP