Encías inflamadas, dientes cariados, pacientes con dolor y niños que no se atreven a sonreír: este es el cotidiano de Roslyn Kellum, una dentista itinerante que viaja por Estados Unidos tratando a decenas de miles de personas que no pueden costear su atención dental.
“Tienen que elegir entre tratar sus dientes y pagar sus cuentas, su gasolina, su comida o su alquiler”, dice Kellum, directora de Mission of Mercy, una organización benéfica cristiana que proporciona atención médica y dental gratuita a estadounidenses desfavorecidos en varios estados.
El plan de gasto social masivo del presidente Joe Biden, bautizado “Reconstruir mejor”, incluía originalmente el reembolso de los cuidados dentales a los beneficiarios del programa de salud pública Medicare, destinado a las personas mayores y a los discapacitados.
Sin embargo, la propuesta se eliminó del plan ante la resistencia de la oposición republicana y de algunos legisladores de su propio Partido Demócrata, que pujaron por reducir el monto de la iniciativa hasta 1,75 billones de dólares.
La poderosa Asociación Dental Estadounidense (ADA) también se opuso a la ampliación del reembolso, argumentando que la medida sólo debería beneficiar a los más pobres.
La atención dental no forma parte de la cobertura sanitaria general en Estados Unidos, y fue excluida de Medicare cuando se creó el programa público, en 1965.
“Conservar los dientes en la boca al envejecer no debería ser un lujo en este país”, denunció recientemente el senador progresista independiente Bernie Sanders.
Sin embargo, ese es el caso de muchos estadounidenses.
María Hernández, una auxiliar sanitaria a domicilio de 53 años en la capital, Washington, no tiene seguro dental y no puede permitirse pagar las curaciones que necesita.
Pudo tratarse en una clínica dirigida por Bread for the City, una organización que proporciona alimentos y atención a comunidades desfavorecidas de la capital estadounidense.
Según Hernández, una amiga suya que tampoco tenía cobertura dental pero no conocía la organización, intentó arrancarse una muela ella misma de tanto que le dolía.
Desgarrador
“La situación es realmente mala, mucha gente que vive en el sur (de Washington) no puede pagar una atención que es muy, muy cara”, asegura a la AFP la mujer de cabello gris, refiriéndose a los barrios pobres de la ciudad.
“Tenemos sueldos pequeños, no podemos pagar”, subraya.
Según un estudio reciente de la fundación Kaiser Family, 24 millones de estadounidenses, es decir, casi la mitad de los beneficiarios de Medicare, no tienen cobertura dental.
Los seguros privados pueden ser muy caros y los costes dentales son prohibitivos si los pacientes deben pagarlos de su bolsillo: varios cientos de dólares por una revisión rutinaria y hasta varios miles por un empaste.
Casi la mitad de los pacientes de Medicare no fueron al dentista en 2020, señala la Fundación Kaiser.
La tasa es aún mayor entre las minorías: el 68% para los afroamericanos y el 61% para los hispanos. Un ejemplo más de las desigualdades raciales en el sistema sanitario estadounidense, que se pusieron de manifiesto en la pandemia de COVID-19.
El otro programa de salud pública para personas con bajos ingresos, Medicaid, ofrece una cobertura fragmentada. Muchos estados no incluyen la atención dental y sólo el 43% de los dentistas forman parte del programa.
Además del dolor físico y el riesgo de complicaciones para la salud en general, tener los dientes en mal estado tiene efectos psicológicos. Los niños no se atreven a sonreír ni a expresarse en clase, los adultos no encuentran trabajo, sobre todo en el sector servicios.
“Cuando la gente se pone una dentadura postiza, es desgarrador ver el orgullo que sienten por poder sonreír”, dice Randi Abramson, responsable médico de Bread for the City.
“Se quedan sorprendidos, adquieren más confianza, pueden volver a sonreír. Y eso supone una gran diferencia en la vida de alguien”, añade.
Fuente: AFP