La crisis migratoria venezolana empezó a agudizarse en 2015, cuando el deterioro socioeconómico —propiciado, entre otros factores, por la caída del precio del petróleo, la escasez de productos básicos y la represión del régimen chavista— se hizo más evidente en el país. Desde entonces, 5.6 millones de individuos abandonaron Venezuela, con picos como el registrado en junio de 2019, mes en el que hasta 8.000 personas ingresaron en un solo día al Perú, antes de que el Ejecutivo de Martín Vizcarra impusiera el requisito de visa humanitaria.
El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) señaló en junio pasado que la crisis de personas desplazadas en el mundo se duplicó en 10 años, hasta alcanzar un récord de 82.4 millones. Venezuela es el segundo país más afectado por detrás de Siria, de donde 6.7 millones de seres humanos han huido producto de 10 años de guerra. Sin embargo, la nación sudamericana va camino a ocupar el primer lugar.
Esta última semana, el Grupo de Trabajo de la OEA para la Crisis de Migrantes y Refugiados Venezolanos difundió un informe en el que alerta que la migración venezolana puede llegar a las siete millones de personas a finales de 2021 o inicios de 2022, superando el éxodo sirio. El documento señala que, pese a las restricciones de movilidad impuestas a raíz de la pandemia de la COVID-19, “el número de migrantes y refugiados venezolanos sigue creciendo”.
Otro estudio, esta vez a cargo de la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes (R4V), reza que si bien se informó de que más de 135,000 personas habían regresado a Venezuela desde el comienzo de la pandemia, “las tendencias de los movimientos de población desde septiembre de 2020 indican que las personas refugiadas y migrantes están volviendo a entrar en sus anteriores países de acogida”.
Según la OEA, entre 700 y 900 personas salen a diario de Venezuela, principalmente a través de trochas fronterizas y otros pasos clandestinos para evitar los controles. Aunque es una cifra que dista de las 5.000 que huían todos los días de suelo venezolano antes de la pandemia, los datos muestran una tendencia creciente y una crisis que podría agudizarse cuando se reabran las fronteras.
Hay varias razones por las que los venezolanos huyen. En primer lugar, la emergencia humanitaria ha empeorado, pues se estima que uno de cada tres venezolanos enfrenta condiciones de inseguridad alimentaria. Además, las violaciones de DD.HH. persisten (la OEA calcula más de 18 mil ejecuciones extrajudiciales desde 2014) y la violencia ciudadana es generalizada (Venezuela está entre los 15 países menos pacíficos del mundo, según el Global Index 2020). Otras causas son la escasez de servicios públicos (apagones y cortes de agua son frecuentes) y el colapso económico y alto costo de vida, que se han intensificado.
Condiciones precarias
Los principales destinos de los venezolanos son Colombia, Perú, EE.UU., Chile y Ecuador. Según el informe de la OEA, los migrantes “pueden caminar hasta 4000 km a través del continente para llegar a otro país y satisfacer necesidades básicas”. Solo desde Cúcuta (ciudad colombiana en la frontera con Venezuela) hasta Lima hay unos 3586 km.
Sin embargo, el esfuerzo no suele tener un final feliz. La pandemia ha empeorado las condiciones socioeconómicas en los países de acogida y puesto en peligro el poder adquisitivo de los hogares. De acuerdo con el documento de R4V, a 2020, 1.3 millones de personas refugiadas y migrantes padecían inseguridad alimentaria en Colombia, 600,000 en Perú y 300,000 en Ecuador. En nuestro país, según un sondeo del Programa Mundial de Alimentos de 2020, 40% de los migrantes venezolanos encuestados declaró que se salta habitualmente las comidas o pasa días enteros sin comer. Los efectos se ven también en otros rubros, como acceso a salud, a educación de los menores (a agosto pasado, más del 50% de los niños migrantes estaban fuera del sistema educativo peruano), integración social (la xenofobia es un problema recurrente), entre otros aspectos.
Según el venezolano David Smolansky, coordinador del Grupo de Trabajo de la OEA, “la única solución para frenar este deslave humano es el restablecimiento de la democracia y las libertades en Venezuela”.