Moldavia elige este domingo a su presidente entre los partidarios de forjar una alianza con Rusia, que cuentan con su granero en el mundo rural y los nostálgicos de la Unión Soviética, y aquellos que apoyan la vía europea, política respaldada por los más jóvenes y los emigrantes.
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Las encuestas otorgan una ligera ventaja a Ígor Dodon, cuyo partido, los socialistas, es el que cuenta también con más escaños en el Parlamento.
No obstante, al igual que hace cuatro años, todo apunta a que el ganador se decidirá en una segunda vuelta.
Dodon ha dedicado los últimos cuatro años a restablecer los vínculos con el Kremlin, pero ha descuidado las relaciones con la Unión Europea (UE) y, especialmente, con sus vecinos, Rumanía y Ucrania.
La liberal Maia Sandu, una europeísta convencida que trabajó para el Banco Mundial, vuelve a la carga con la experiencia que le otorga haber sido primera ministra, aunque sólo durante unos pocos meses.
Dodon se presenta con el garante de la estabilidad frente a los cataclismos que han sacudido el espacio postsoviético en los últimos meses: protestas en Bielorrusia, disturbios en Kirguistán y una guerra en marcha en Nagorno Karabaj.
Su hándicap es la crisis económica y una de sus principales causas, el coronavirus. La economía sufrió en el segundo trimestre la mayor contracción en los últimos 20 años.
Mientras, Sandu es la imagen del cambio. Ha propuesto un ambicioso programa económico para alentar la iniciativa empresarial, promover el retorno de los cientos de miles de emigrantes que trabajan en la UE y sacar al mundo rural de su atraso secular.
Aunque su principal credencial es la lucha contra la corrupción, lacra que persigue a los liberales desde hace años y que propició la llegada al poder de Dodon hace cuatro años, y su decisión de dar la espalda a los oligarcas, el principal de los cuales, Vladímir Plahotniuk, se encuentra en el exilio en busca y captura internacional.
Rusia versus UE
Moldavia escenifica desde hace años mejor que ningún otro país la cruenta partida geopolítica que Rusia y Occidente libran por el control del espacio postsoviético.
Dodon llegó al poder con un mensaje claro: Rusia debe ser el principal aliado político y socio comercial de Moldavia. Y cumplió a rajatabla con su promesa, ya que ha visitado asiduamente Moscú, donde ha sido recibido con los brazos abiertos por el presidente ruso, Vladímir Putin, del que es un confeso admirador.
Además de pedir públicamente el voto en favor de Dodon, el líder ruso le ha correspondido con inversiones, créditos y la reapertura del mercado nacional para el vino moldavo, una de las principales fuentes de ingresos para el país.
Sandu cuenta con el respaldo de Bruselas y Washington, quienes no dudaron en apoyar su nombramiento en 2019 como primera ministra.
La candidata opositora ha acusado al presidente de condenar al país al aislamiento internacional al congelar las relaciones con la UE, aunque Dodon nunca llegó a cumplir su amenaza velada de denunciar el Acuerdo de Asociación, lo que podía haber agravado la división en el país, como ocurrió en la vecina Ucrania.
Según los analistas locales, en tiempos de coronavirus, con las economías europeas bajo una presión sin precedentes, existen más posibilidades de que Moldavia reciba créditos de Moscú que de Bruselas, lo que podría jugar en contra de las opciones de Sandu.
Otro de los ases en la manga de Sandu es Rumanía, país vinculado con Moldavia por un pasado común y estrechos lazos culturales. Sin apoyar abiertamente la unificación, antigua aspiración de algunos sectores nacionalistas, ha defendido la celebración de un referéndum, aunque sólo un 25 % de los moldavos apoyaría el sí.
Sandu espera que, en caso de que haya segunda vuelta, la mayoría europeísta apoye su candidatura.
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