Sorteando los embates de la pandemia del COVID-19, el sábado 20 de febrero, ha cumplido 102 años de edad, Luis Bedoya Reyes, el político de las toneladas de carácter en el Perú que, sobrepasando con creces el siglo de existencia -estoy seguro, por gracia de Dios-, ha tenido un rol relevante en nuestra vida política nacional.

La única oportunidad que tuve para conocerlo personalmente y platicar con él, fue en la Embajada de la República Popular China –era octubre de 1998-, y sin pérdida de tiempo le dije: “…usted debió ser presidente del Perú, el presidente de lujo que los peruanos nos perdimos…”. Estaba claro que al Tucán, como lo apodó el genial Sofocleto, esa frase ya la había escuchado antes y muchas veces, pero quise decírselo, advirtiéndole que me excusara por ser uno más.

Su fineza no tuvo límites y platicamos sueltamente. Le recordé que mi niñez estuvo muy cerca de su enorme figura. Mis abuelos paternos lo trataron como también a doña Laura, su esposa, y fue admirado por mi padre y por todos sus hermanos. Recuerdo con precisión que durante la campaña presidencial de 1980 –tenía apenas 12 años de edad-, lo escuché con retórica furibunda y grandilocuente.

Solo tenía que cruzar el puente de la Vía Expresa del Paseo de la República -fue su obra-, desde mi barrio del jirón Francisco Moreno en Surquillo, hacia la antigua sede partidaria del PPC en la avenida Ricardo Palma, en Miraflores, entonces local flanqueado por el exclusivo restaurante Vivaldi y la sonada y hoy extinta panadería Elio Tubino.

Bedoya decía las cosas directas, de frente y sin rodeos. Esa fue la magia de su éxito aunque había a quienes no le gustaba el tono de su verbo, siempre respetuoso pero con inocultable fino sarcasmo, sin insultar a sus rivales u opositores. Visionario por antonomasia, fue el estadista que nos perdimos. Sin ser un hombre de derecha ni de izquierda, y más bien atraído por el pensamiento social de la Iglesia, como hasta hoy, voté por él todas las veces que pude verlo en la contienda política.

Bedoya, nuestro Patriarca del Bicentenario, pertenece a una casta política peruana y latinoamericana, prácticamente en extinción. ¡Aplaudamos que siga entre nosotros!.

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