Ayer por la tarde, el presidente Martín Vizcarra ha cumplido con el mandato constitucional de convocar a elecciones generales. Lo hizo frente a las cámaras. Serán el domingo 11 de abril de 2021, día en que elegiremos jefe de Estado, vicepresidentes, congresistas y parlamentarios andinos. Es la formalidad, es lo que corresponde y está muy bien. Con esto se deja sin piso la posibilidad de postergar el proceso al mes de mayo.

Sin embargo, más allá de la formalidad cumplida por el presidente Vizcarra, lo que queda preguntarnos a los peruanos es a qué clase de autoridades vamos a elegir para ponerse al frente del Perú desde el momento mismo en que cumplamos 200 años como país. Hay motivos para estar pesimista, al menos por lo visto en las últimas elecciones legislativas y por el comportamiento del actual Congreso, junto al de algunos políticos obsesionados por ganar votos a cambio de lo que sea.

Las elecciones del 11 de abril de próximo año se llevarán a cabo en un momento crítico tras la pandemia que, se supone, ya habrá sido superada en el campo sanitario. El forado económico que dejará la emergencia será brutal, algo que sin duda será aprovechado por muchos políticos para ofrecer hasta lo imposible a fin de ganar el respaldo de los más necesitados. Los de izquierda que ofrecen cambio de Constitución y expropiaciones, podrían quedar chicos.

Si las actitudes que exhibe el actual Congreso son una muestra de lo que es la política en tiempos de pandemia y necesidad, el escenario que se nos vendría en las elecciones de abril de 2021 podría ser de terror si es que el elector se deja sorprender o vota de manera irresponsables por el más “gracioso”, “alegre”, “simpático”, “bailarín”, o por el que dice que va a regalar plata -como sucedió con un exgobernador de Áncash que acabó preso-, o dar “trabajo para todos”.

Los peruanos merecemos llegar a nuestro bicentenario con autoridades decentes, y no con delincuentes, ni sinvergüenzas, ni improvisados ni aventureros. Ya hemos tenido bastante de estos y seguimos pagando las consecuencias. Esta vez la disputa tiene que ser entre los mejores políticos mostrando propuestas viables para llevar al Perú hacia adelante, y no entre quién es malo y quién es menos malo; o entre quién miente más o menos.