El Gran Corso, como se solía llamar a Napoleón Bonaparte, que llegó a ostentar un poder extraordinario en la Europa de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, y que experimentó su mayor derrota militar y con ella, política, en la histórica batalla de Waterloo, logró huir de la isla Elba a donde había sido confinado inicialmente. Pero Napoleón lo hizo todo al revés. El esfuerzo de la Revolución Francesa había acabado con el absolutismo del denominado Antiguo Régimen y las ansias de poder de Napoleón no tenían límites. Llegó a integrar un triunvirato (tres cónsules), que no le importó en lo más mínimo y prontamente terminó auto proclamándose Emperador de Francia. Los Estados Europeos fueron neutralizados por el poder de Bonaparte que los conquistó o hizo doblegar, rápidamente. Estos mismos Estados, luego concretarían la mayor conspiración para derrotar a Napoleón y reunidos en el famoso Congreso de Viena de 1815, decidieron acabarlo. Escapó al poco tiempo para promover los referidos Cien Días de gobierno. Una vez más, fue vencido y recluido para siempre en la recóndita isla Santa Elena, a 2800 kilómetros de la costa de Angola, en la zona atlántica africana, donde murió sin libertad en 1821. Sus restos descansan en París, en el Panteón de los Inválidos. Desaparecido este genio militar y político francés, en Europa fueron restablecidas algunas monarquías, pero Napoleón ya había dejado el sello de su paso, como sucedió con el derecho. Napoleón fue un fuera de serie y es justo reconocerlo. Tenía muy claro que la única posibilidad de consolidar su poder en Francia era asumiendo una estrategia de neutralización de las monarquías y de los nobles franceses, a los que doblegó y que no tuvieron más remedio que esperar la llegada de su momento de vulnerabilidad. En definitiva, Bonaparte se había ganado su lugar en la historia porque fue firme con relación a los ex monarcas pegándose al iusnaturalismo o derecho natural que los reyes despreciaban. Fue grande y al mismo tiempo complejo y por el cambio de la geopolítica europea de comienzo del siglo XIX, Napoleón fue un gran contribuyente de la independencia de americana de España que había invadido pues por esta circunstancia los españoles tuvieron que dedicarse en hacer resistencia descuidando sus virreinatos, entre ellos el del Perú.