A la medianoche de este 15 de marzo, se habrán cumplido 8760 horas desde que las graves circunstancias que afectan a la nación, obligaron al mayor despliegue militar de los últimos tiempos: casi 65 mil efectivos de las Fuerzas Armadas salieron de sus unidades a enfrentar, como parte de la Primera Línea, la irrupción terrible de un virus cuyo músculo principal para hacernos daño, era precisamente eso que nos caracteriza como seres humanos, o sea, nuestra necesidad de socializar.

Me refiero a la cantidad de horas que tiene el año, y no a los días, para hacer hincapié que todos los tiempos dedicados a enfrentar la pandemia han sido intensos. Cuando se observa a refilón el pasado inmediato y se contabiliza la cantidad de planes puestos en acción, como Te Cuido Perú, TAYTA o Retorno Seguro; la clausura de pasos fronterizos, el traslado de oxígeno al interior del país, la implementación de la Villa Panamericana y ahora, mismo, el apoyo a la vacunación —sin soslayar la continua lucha contra el terrorismo, narcotráfico y otras amenazas— queda claro que el compromiso con nuestra república se mantiene intacto. El virus puede tener enésimas ventajas por su condición invisible, pero nuestros combatientes exhalan una voluntad y una perseverancia que son la garantía de que venceremos y miraremos el horizonte, renovados. Seguimos en nuestras trincheras, sin rendirnos.

Cada una de las 8760 horas ha requerido planeamiento, coordinación, y un espíritu dispuesto a cumplir el deber cualquier costo. Por eso, 687 mil personas fueron intervenidas y 264 mil vehículos terminaron siendo detenidos por no respetar la inmovilización social. No solo se han salvado vidas. 46,042 ciudadanos peruanos han sido repatriados desde distintas partes del mundo y 94,528 ciudadanos extranjeros fueron repatriados a sus países de origen.

En esta fecha donde ya la vacuna es una realidad y una luz al final del túnel, no podemos dejar de pensar en las vidas de los peruanos y peruanas que nos dejaron, en el de sus familias. No somos ajenos a ello. Somos parte del pueblo y también hemos perdido familiares, amigos y camaradas de armas en esta lucha.

No nos descuidemos. La tormenta aún sigue y nos mantenemos en nuestras posiciones.

FIRMES Y DIGNOS