Las agresiones físicas y psicológicas que el futbolista Christian Cueva ha infligido a su esposa han puesto en evidencia una de las grandes taras de nuestro país: la violencia contra la mujer. Este es un problema que no admite excusas ni miramientos, y debe ser enfrentado con toda la seriedad que merece. El caso Cueva no debe resolverse en el ámbito mediático, sino en el terreno judicial, donde las investigaciones fiscales deben llegar hasta las últimas consecuencias.

En un país donde el 53.8% de las mujeres de entre 15 y 49 años fueron víctimas de violencia el año pasado, según datos del INEI, es urgente que el Estado tome acciones concretas para cambiar esta triste realidad. No necesitamos discursos altisonantes ni promesas vacías, sino planes y políticas efectivas que enfrenten de manera integral esta problemática.

La violencia psicológica es igualmente alarmante. En 2023, el 49% de las mujeres fueron agredidas psicológicamente por sus esposos o convivientes. Este tipo de violencia, aunque menos visible, deja cicatrices profundas que marcan a las víctimas de por vida.

La indignación que han mostrado muchas autoridades por el caso de Christian Cueva debe traducirse en decisiones efectivas y en acciones contundentes que pongan fin a este mal. Estos ataques no solo deben generar rechazo; deben ser el catalizador de un cambio real y urgente.

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