Cuando sostengo que los profesores no pueden ser “amigos” en Facebook o Instagram con sus alumnos (excluyo el que se crea cerrado para interactuar sobre una actividad académica escolar), muchos maestros me dicen que esa es una forma de generar confianza y estar cerca de sus alumnos, lo que beneficia a ambos. En cambio, yo he sostenido que eso solo lleva a la confusión de roles que afecta a ambos. Profesores y alumnos pueden tener una relación amistosa, horizontal, cordial, cooperativa, pero eso no los convierte en pares, así como no son pares los padres con sus hijos por más comunicación y trato amistoso que hubiera. La vida privada de los profesores incluyendo su WhatsApp, número de celular personal y publicaciones en FB o Instagram no deben compartirse abiertamente con los alumnos. Para eso existen los canales institucionales.
Crear un ambiente en el que se mezclan los roles y límites genera confusión que afecta las expectativas con las que los alumnos se relacionan con los profesores. Si los alumnos esperan de los profesores el mismo trato y reciprocidad que reciben de sus pares, se quiebran los límites y roles diferentes que tienen unos y otros en el espacio escolar.
Además, por el lado del profesor, la necesidad de ser amigo de sus alumnos denota inmadurez y fragilidad emocional. ¿Por qué necesita un profesor adulto que los menores sean sus amigos? ¿Para ser más popular, más querido, mejorar su autoestima? Parecería una señal de inmadurez personal y profesional.
Poner límites, mantener distancias sin renunciar al buen vínculo, es bueno para los alumnos y profesores.