Ahora que el Poder Judicial ha mandado a prisión por ocho años a tres sujetos por el delito de apología del terrorismo tras haber enaltecido, exaltado y justificado la carnicería desatada por el cabecilla senderista Abimael Guzmán, a ver si también se lo aplican al asesino de policías excarcelado Antauro Humala, quien hace pocos días dijo que lo mejor que había dado la izquierda al Perú, había sido Sendero Luminoso.

Durante años la ley que sanciona la apología del terrorismo ha sido letra muerta. Los terroristas –los activos y reciclados, los integrantes puros y duros de SL y MRTA y los periféricos–, han publicado y difundido lo que les ha dado la gana en favor de Guzmán, Víctor Polay, sus bandas armadas y sus seguidores. Sin embargo, como en el Perú muchos pueden hacer lo que quieran en las narices de las autoridades, nada les pasaba.

Incluso hay gente que llegó al poder con Pedro Castillo que ha defendido y destacado públicamente a senderistas. ¿Recuerdan a Guido Bellido en una lamentable entrevista a un medio cusqueño durante la campaña electoral, y sus loas a Edith Lagos a través de redes sociales? Es de esperarse que con las primeras sentencias dictadas por el Poder Judicial, este tipo de personajes lo piensen dos veces antes de levantar la imagen de asesinos.

Si al sujeto identificado como Rodrigo Benites Silva y a dos ciudadanos más, les han puesto ocho años de prisión efectiva por usar Facebook para reivindicar la figura de Guzmán, es de esperarse que ahora que a Antauro Humala el Ministerio Público le ha abierto una investigación por su afirmación acerca de la izquierda y Sendero Luminoso, la justicia actúe como corresponde y no con la tibieza que la ha caracterizado en materia de apología del terrorismo.

Un país que estuvo y está bajo amenaza de esta gente que directa o indirectamente ha dejado sembrados miles de muertos, no puede ser “cándido”. Si las leyes están, son para aplicarse, no para que se burlen de ellas. Es seguro que con un poco de mano firme en materia de apología, Sendero y sus residuos malolientes como el Movadef y otros, no serían hoy parte del grave problema en que nos encontramos.

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