Todo hace indicar que el presidente del Congreso de la República, Manuel Merino, no habría actuado solo, sino que lo hizo con la anuencia de una bancada afín: Alianza para el Progreso (APP). Basta con hacerse la pregunta sobre el intento de la vacancia presidencial: ¿quién más se beneficia si Acción Popular (AP) toma el Poder Ejecutivo?
La gran pregunta para Merino es: ¿quiénes más sabían que iba a llamar a los altos mandos militares para, supuestamente, “tranquilizarlos”? A decir del Frente Amplio, el total de la Junta de Portavoces del Congreso desconocía de su maniobra. ¿Un político trajinado como el tumbesino se atrevería a mandarse solo, sin que nadie le cuide las espaldas?
Omar Chehade, el vicepresidente de la República que tuvo que renunciar tras ser descubierto utilizando su investidura para reuniones particulares con policías, fue el primer apepista que se lanzó pidiendo la cabeza del jefe de Estado Martín Vizcarra. Luego, con cierta sutileza, hizo lo propio Carmen Omonte.
El voto en bloque de APP y su comunicado previo a la aprobación de la moción de la vacancia presidencial desnudaron las intenciones de los militantes del partido de César Acuña por traerse abajo al Gobierno. Hasta una parlamentaria de su entorno, como la liberteña Tania Rodas, se mostró vehemente en su votación.
Horas después, cuando IDL Reporteros ya había sacado del closet a Merino, y este se había defendido arañando su techo de vidrio de la decencia política, la apepista Omonte aplaudía la destreza vergonzosa del titular del Congreso. Lamentablemente para ella, tuvo que tragarse el sapo cuando César Acuña les jaló la alfombra rechazando la vacancia presidencial.
Está claro quiénes juegan a la escopeta de dos cañones: por un lado, conspiran contra el Ejecutivo; por el otro, cuando se ven descubiertos, defienden la democracia.