​¡ASU MARE! 2: Chispazos de buen humor
​¡ASU MARE! 2: Chispazos de buen humor

Carlos Alcántara logró un importante éxito profesional en 2013 con la discreta comedia "¡Asu mare!", además de una cifra record de espectadores jamás vista en nuestro medio. Pues bien, "Cachin" y su director Ricardo Maldonado nos presentan ahora la obligada secuela, ¡Asu mare! 2", que ya no está basada en un show unipersonal del actor y contiene más ficción que realidad. La intención es, obviamente, superar la recaudación previa y establecer un nuevo record.

En la nueva historia, "Cachín" se encuentra trabajando en la serie televisiva "Pataclaun", mientras intenta conquistar a Emilia (Emilia Drago), la bella joven de clase social alta que conoció en la cinta previa. Para llevar a cabo su estrategia tiene que mentir y aparentar un estatus que no posee, además de lidiar con Ricky (Christian Meier), un egocéntrico amigo de la familia de Emilia, dispuesto a todo para quedare con la chica.

A lo anterior hay que sumar la presencia de los amigos de barrio del protagonista, que durante más de la mitad del relato son una especie de lastre para él, puesto que no puede mezclarlos con la 'nueva clase social' a la que intenta acceder. También la inclusión de artistas como el grupo musical "Torbellino" o el conductor televisivo Rocky Belmonte, muy de moda en los primeros años de la década del 90.

SUCESIÓN DE 'GAGS'. La realización está mejor construida que su predecesora, aunque no sea necesariamente más graciosa. Desde el simpático diseño de créditos, Maldonado intenta plasmar una narración lo más fluida posible a partir de una sucesión de secuencias cómicas que no siempre dan en el blanco. Así, en una estructura meramente acumulativa de 'gags' hallamos algunos chispazos de buen humor.

En ese sentido, si la secuencia del taxi -con Pietro Sibille- o aquella otra de la embajada de Estados Unidos -con el propio Alcántara asumiendo un breve rol adicional- pueden resultar divertidas o convincentes, hay otros momentos bastante forzados, sin gracia. Entre estos, por ejemplo, pueden mencionarse el recorrido en bus de Emilia y su amiga pituca (Anahí de Cárdenas) o la muy tonta de la disquera que debió ser eliminada del montaje final.

La gracia radica en ver nuevamente a Alcántara en acción, puesto que es el dueño del show. Sin embargo, la presencia de Christian Meier, quien no dudamos se ha divertido mucho burlándose de sí mismo, le da un valor agregado al producto al mofarse todo el tiempo de su imagen de galán, interpretando a un villano de caricatura. Lo mismo ocurre con Rodrigo Sánchez Patiño, muy convincente en su rol de 'ayayero' de Ricky.

Emilia Drago, en cambio, no luce demasiado. Es una actriz muy bella y con muchas condiciones artísticas que deslumbra con su sonrisa, pero aporta muy poco a estas nuevas correrías de “Cachín”, salvo en la secuencia nocturna en que la juvenil artista ensaya unos improvisados pasos de marinera junto a Alcántara.

Lo que debe quedar muy en claro es que tanto la primera “¡Asu mare!” como esta segunda parte transmiten una visión caricaturesca, meramente anecdótica de las relaciones sociales que representan, en la búsqueda de la risa fácil, cómplice de espectadores dispuestos únicamente a pasar el rato y ver a sus artistas favoritos en pantalla. Que pueda convertirse en un nuevo fenómeno de taquilla -gracias a un irreprochable trabajo de marketing- no implica necesariamente que sea un producto cinematográfico óptimo. Es una película casera, para consumo local, así que no le pidamos más.