Hasta que sucedió lo que se sabía que podía pasar en una campaña electoral en que las mafias y las economías ilegales están más vivas y vigentes que nunca: el precandidato presidencial Rafael Belaunde Llosa fue atacado a tiros que al parecer iban directo al rostro, mientras se desplazaba en su camioneta en el distrito de Cerro Azul, en la provincia de Cañete, región Lima, en un hecho que como todos los de este tipo, tiene que ser esclarecido por las autoridades.

Desde mucho tiempo atrás, en este espacio y otros de Correo, habíamos advertido que este tipo de hechos podrían pasar, en primer lugar por el elevado nivel de polarización con que entramos a la campaña; y segundo, porque las mafias y economías ilegales que mueven millones de dólares de oscuros orígenes, están muy activas en la política y las campañas electorales. Veamos nomás cómo los mineros ilegales y todo lo que hay detrás, tienen sus alfiles en el propio Congreso.

En ese contexto, es muy fácil que la violencia se convierta en una lamentable “extensión” de la política, como ha sucedido en Ecuador, donde fue asesinado el entonces candidato presidencial Fernando Villavicencio, y en Colombia, donde el precandidato Miguel Uribe corrió la misma suerte. Incluso en Estados Unidos, el actual mandatario Donald Trump, se salvó por unos centímetros de ser alcanzado por una bala en la cabeza mientras participaba en un acto de campaña.

Es verdad que Belaunde Llosa sufrió este ataque mientras realizaba actividades particulares en propiedades a su nombre al sur de Lima. Sin embargo, todo esto ocurre en medio de una campaña política y no se puede descartar que las motivaciones vengan desde ese lado. Por eso, insisto, este lamentable hecho debe ser aclarado por las autoridades policiales y judiciales. Es el mismo pedido que hemos hecho hace unos días en este diario, tras el asesinato de un precandidato al Congreso por Juntos por el Perú en Piura.

No se puede normalizar este tipo de situaciones, y menos en una campaña electoral. El presidente y el Congreso próximos no pueden salir de un proceso donde ha corrido bala. Acciones como estas deberían merecer el repudio de todos los peruanos, más allá de si estamos o no de acuerdo con la línea política y las propuestas del agraviado. Ayer fue Belaunde Llosa, quien se ha salvado de milagro y desde acá mi solidaridad con él; mañana podría ser cualquier otro. Mucha atención.