Su desesperación por los graves problemas judiciales que atraviesa y la paupérrima asesoría jurídica que recibe de parte de gente como Aníbal Torres y Félix Chero, han llevado al presidente Pedro Castillo a dar un paso en falso del que ya no puede dar vuelta atrás y que en breve podría sacarlo de Palacio de Gobierno: asumir que el Congreso ha negado a su gabinete la confianza, pese a que jamás hubo debate ni votación.
El Tribunal Constitucional (TC) ya se ha pronunciado al respecto. Para que una denegatoria de confianza sea válida, tiene que haber sido sometida a debate y a votación. Nada de eso ha sucedido con el mamarracho que presentó Torres. Ya no es posible la “denegación fáctica”. Por eso, no se entiende por qué el mandatario y sus ministros asumen que el Congreso quemó su “bala de plata” y que frente a otro rechazo similar, el Poder Legislativo puede ser cerrado.
Lo que está haciendo el presidente Castillo es muy delicado, pues al asumir que la confianza ha sido negada –más allá de que el Poder Ejecutivo la haya planteado absurdamente sobre un tema que es competencia del Congreso como es la emisión de una ley–, se está poniendo al margen de la legalidad, y en ese caso solo quedaría apartarlo del cargo, todo de acuerdo a la Constitución, como para que ni vaya a llorarle a la OEA o ante los mandatarios de México o Chile.
El grave error del presidente es creer que sigue siendo un “sindicalista básico” y que todo es posible con el griterío de los ayayeros reunidos en una plaza pública o en una de las guaridas del Movadef. Nadie le ha dicho que un jefe de Estado debe respetar la legalidad y la institucionalidad que aún nos queda. Y ahora con Betssy Chávez como premier, es poco o nada lo que se puede esperar de un régimen que parece que ya asumió que está de salida.
El profesor está jugando con fuego, además, porque si deja el poder por la causal de impedir el funcionamiento del Congreso, lo más probable es que a los pocos días acabe encerrado en el penal de Barbadillo con una prisión preventiva, o en todo caso prófugo de la justicia como sus sobrinos o su ministro “estrella” Juan Silva. Sin duda, con su mensaje de la noche del jueves y la “traducción” de sus ministros Alejandro Salas y Roberto Sánchez, el hombre está cavando su tumba.