La tragedia ocurrida el sábado en una discoteca en Los Olivos, Lima, que dejó 13 fallecidos, permite una vez más poner al descubierto diversas situaciones que pese a estar frente a nuestros ojos preferimos actuar como ciegos o mudos.

El peruano, por excelencia, es ingenioso en sacarle la vuelta a una norma dictada, en especial aquellas que ayuden a poner orden y acaban en letra muerta por falta de principio de autoridad en nuestra sociedad.

Irresponsabilidad fluye por todo lado en este nuevo caso que enluta a varias familias e implica a muchos, saltando a la luz, en primer orden, la complaciente actitud y desidia de gobiernos municipales ante la existencia y proliferación de locales que son verdaderas bombas de tiempo y por lo general tienen tristes desenlaces.

Es conocida la informalidad reinante en diversas actividades y rubros en este populoso distrito, situación que se replica en el resto del país, predominando el incumplimiento de funciones por parte de representantes ediles encargados de la fiscalización, quienes prefieren hacerse de la vista gorda a cambio de pagos indebidos, acabando en bolsillos de nefastos funcionarios que convirtieron los servicios públicos en oportunidad para enriquecerse.

Estas tragedias acabarán cuando los municipios con sus representantes recuperen el principio de autoridad y cumplan sus funciones, teniendo en orden la jurisdicción que gobiernan.

Mientras persista la ceguera y falta de capacidad para fiscalizar, entonces de manera frecuente tendremos noticias desagradables y tristes, producto de irresponsabilidad compartida, donde lamentablemente se reflejará el desgobierno en municipios que olvidaron lo que es prevención y decisión para hacer respetar las reglas, razón por la cual es hora de castigar, pero en serio, a las autoridades miopes que incumplen su función.