¿Acaso los abuelos y padres de familia que actualmente están haciendo largas colas en las puertas de las instituciones educativas las harían para que sus pupilos tengan una vacante e ingresen a centros de educación inicial que no tengan calidad? Indudablemente no. Ciertamente pugnan para que sus hijos y nietos estudien en planteles que tienen prestigio en la localidad, son confiables y les enseñan bien. Esto es una evidencia alentadora; pero al mismo tiempo es preocupante porque las aglomeraciones se deben a que casi la mitad de los planteles de inicial públicos (3 a 5 años) no cuentan con las condiciones básicas de educabilidad para brindar un buen servicio educativo. Y es que de 42 mil centros y programas públicos, aproximadamente 18 mil son programas no escolarizados que no tienen educadoras profesionales, infraestructura apropiada y materiales educativos. A esto debe agregarse que la atención educativa a los niños de 0 a 2 años es casi inexistente y está descuidada. Si bien la cobertura y matrícula de los niños y niñas de 3 a 5 años del 2000 al 2015 avanzó aproximadamente del 50% al 83%, aún es un tema pendiente de la agenda educativa actual. Hay dos niños de cada 10 que no estudian inicial, especialmente en los ámbitos rurales. Por eso, al 2021 se debería universalizar la educación inicial de 3 a 5 años, en un contexto de mejora continua de la formación cognitiva, socio-emocional y motriz de nuestros niños y niñas. Y avanzar urgentemente con la conversión de los programas no escolarizados a centros de educación inicial con las condiciones básicas para una educación de calidad.