El gobierno del presidente de Colombia, Iván Duque, no ha sido estratégico. La presentación de un proyecto de ley de reforma tributaria en medio de la pandemia, que sigue castigando al pueblo colombiano -van 2,9 millones de contagiados y más de 75 mil muertos-, ha sido un suicido. Por solamente haberla remitido a un Congreso en el que además no tiene mayoría, le ha producido un revés que, al cierre de esta columna en el séptimo día de las manifestaciones en todo el país, se ha cobrado la vida de 20 personas y camino a los 900 heridos.

El ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, que siendo un experimentado hombre de la economía de su país -también fue ministro en el gobierno de Álvaro Uribe-, no ha tenido más remedio que renunciar -eso estuvo bien- para facilitar la atenuación de la desgraciada medida política configurada, a mi juicio, como una perfecta patinada solo imputable a autoridades neófitas que insólitamente no lo son.

No digo que no sean medidas necesarias y convenientes. En economía las circunstancias, las condiciones y los tiempos para realizar cambios deben ser evaluados considerado el básico FODA (Fortalezas, Oportunidades, Debilidades y Amenazas) que muchos ningunean considerándolo erradamente desfasado. La razón para dictarlas con cuidado es que siempre las reformas económicas afectan a los más vulnerables, no son populares y constituyen el marco adecuado para los que buscan sacarle vil provecho político.

Eso es lo que está pasando en Colombia, país hermano que llega a los 50,34 millones de habitantes, donde a pesar de que el propio Iván Duque ha reaccionado retirando el proyecto -que guste o no, lo debilita-, ha sido plato servido para los marginales a la ley que buscan la desestabilización de su gobierno.

El mandatario las ha señalado a las disidencias de las FARC y no le faltan razones. De hecho, actúan coordinadamente con el Foro de Sao Paulo, acostumbrado a penetrar en los países de la región para subvertir el orden y la paz social. Ya sabemos que sin reformas tributarias no puede encaminarse seriamente a un país. Por ejemplo, las políticas de presión tributaria pocas veces o nunca recibirán el aplauso de las mayorías. Esa es la razón poderosa para evitar que, vueltas bombas de tiempo, estallen en medio de la pandemia.

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