Aun si la supuesta candidatura de Mario Hart al Congreso fuese solo un runrún de ensayo para medir la reacción del mercado electoral, igual sirve para recordar que el circo, la payasada y el figuretismo farandulero desde siempre han buscado instalarse en el Legislativo, quizá advertidos de que los padres de la patria -con las excepciones del caso- en los últimos quinquenios por poco y se ponen la nariz de pataclaun en el hemiciclo.

No pretendemos restarle méritos al “combatiente”, que por lo demás suma estudios de ingeniería industrial y es un reconocido piloto de carreras, pero sí lanzar una advertencia al viento de que al Parlamento, como palacio de las leyes, se le respeta, y esta premisa debe estar en la agenda de los partidos políticos para plasmarla en sus respectivas listas de candidatos.

En ese sentido, es válido el reclamo a la interna del Partido Aprista de que si de “jóvenes con valores positivos” se trata, como definió Alan García al novio de Leslie Shaw, ahí están las nuevas camadas de “compañeros” bien preparados para poder decir ¡presente!

La democracia y las leyes electorales que nos gobiernan no ponen mayores cortapisas a quienes desean enfundarse en el papel de congresistas; por lo tanto, este poder del Estado es una puerta abierta a todas las sangres y todas las hambres. Sin embargo, ya es tiempo de entender que los zapateros deben ir a sus zapatos y que las curules no son despachos para dormirse sobre los laureles, hacer caja, matar el tiempo o practicar el lobbismo.

En Guatemala acaba de suceder algo interesante: el nuevo jefe de Estado, Jimmy Morales, proviene de la comicidad televisiva, es decir, se ganaba la vida haciendo reír a sus compatriotas. Luego quiso extender la sonrisa de los guatemaltecos y apeló a la seriedad y formación académica que le dan sus estudios de contabilidad, administración y seguridad estratégica para acceder al mandato. Moraleja: la televisión sí puede parir un presidente o un congresista, pero el valor agregado resulta primordial.

No vaya a ser que pronto por el Hall de los Pasos Perdidos pululen no solo “otorongos”, sino también “leones” y “cobras”. No estamos para estas sentencias.