Corea del Sur está entre los punteros del PISA. ¿Merece un aplauso? ¿O quizá, según Se-Woong Koo-Aug, más bien una lágrima? El autor coreano tuvo que migrar de Corea del Sur a Vancouver en Canadá para zafarse del ambiente educativo hostil y asfixiante de su país y poder educarse en un ambiente escolar amable. Al retornar a Corea del Sur a enseñar inglés a niños de 11 años en una academia vespertina de preparación para los futuros exámenes de ingreso universitarios, encontró rostros de niños pálidos, vacíos, cansados, torturados, infelices. (An Assault Upon Our Children: South Korea’s Education System Hurts Students, NYT 02/08/2014).

Una sociedad en la que el éxito es lo más importante sin importar a qué costo, con altísimos niveles de competencia, con madres obsesionadas con los estudios de sus hijos, quienes estudian de 7 a.m. a 10 p.m. diariamente (en secundaria duermen solo 5.5 horas diarias para tener tiempo suficiente para estudiar) y profesores altamente autoritarios, produce jóvenes con alto desempeño, pero a un alto costo de salud y felicidad.

No extraña que muchos jóvenes coreanos sufran de síntomas de estrés académico y enfermedades asociadas. Ver la performance académica como único factor de validación de la autoestima lesiona mucho su identidad. En el año 2010, la encuesta a estudiantes que estaban en el espectro suicida mostró que 53% lo atribuía a su inadecuación académica.

Yo apostaría por otras formas de tener éxito y disfrutar de la vida.