El pueblo cubano ya no puede más tras 62 años privado de libertades y en medio de la miseria generada por una tiranía comunista que como respuesta a las protestas pacíficas iniciadas el domingo último en San Antonio de los Baños, no ha tenido mejor respuesta que llamar a los “defensores de la revolución” a salir a las calles para enfrentarse a quienes están cansados y piden tener qué comer, dinero para comprar al menos un jabón y atención médica frente al COVID-19.

El impresentable que ha salido a convocar a los comunistas a enfrentarse a los manifestantes en las calles, es nada menos que el actual presidente, Miguel Díaz-Canel, un títere de Raúl Castro y de la vieja y privilegiada camarilla que está fomentando la violencia callejera, mientras todos ellos se quedan en casa rodeados de al menos 10 guardaespaldas cada uno. Qué fácil es ser valiente cuando desde la televisión o las redes sociales se manda a otros a morir en las revueltas.

La falta de libertades está pasando factura en Cuba, lo que se suma a la crisis agravada por la pandemia que ha arruinado el turismo, motor de la economía, y el mal manejo de la pandemia pese a que la propaganda oficial repite una y otra vez que la isla tiene su propia vacuna. El condenable embargo también hace lo suyo. Habría que ver qué dicen hoy aquellos que se llenan la boca hablando de las bondades del sistema de salud del castrismo, que en realidad desde muchas décadas atrás hace agua por todos lados.

Desde que se iniciaron las protestas el domingo, es poca la información que sale al mundo desde Cuba, pues la dictadura que hoy tiene a Díaz-Canel como cabeza visible, no ha tenido mejor idea que restringir el ya limitado servicio de internet a fin de evitar que el mundo conozca el descontento de los cubanos y los excesos de la represión que ya llegó al centro de La Habana. Esta censura es la típica maniobra de los regímenes comunistas que sueñan con controlar la información.

Las democracias del mundo no pueden permanecer indiferentes ante la lucha de los isleños por librarse de una tiranía eterna que les ha quitado la libertad, todo bien material y, sobre todo, la dignidad. El paraíso comunista se ha convertido en un infierno tropical por más que aún queden defensores de este fracaso que, obviamente, por nada del mundo se irían a vivir a Cuba para “gozar” de las “mieles” de un régimen que ojalá sea erradicado muy pronto por la fuerza del hartazgo de los cubanos.

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