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Cuando se pensó que los al menos 12,500 escolares de la provincia de Islay (Arequipa) regresarían el viernes 23 de agosto a las aulas después de perder clases por más de 40 días, debido a una protesta que acata un sector de pobladores del Valle de Tambo en contra del proyecto Tía María, esto nunca ocurrió, pese a la súplica y desesperación de centenares de padres que ven cómo sus hijos pierden el tiempo.

Los constantes enfrentamientos que protagonizan un grupo de personas que actúan de manera violenta en contra de quienes buscan realizar de manera normal sus actividades cotidianas obligaron a que el retorno de estudiantes a sus colegios siga suspendido, poniendo en riesgo el año, y podría llegarse al receso.

De estos daños emocionales y psicológicos, que afectan a los menores por perder clases, no quieren darse cuenta dirigentes y personas que promueven marchas y bloqueo de vías en la provincia.

La inestabilidad y el temor de ser agredido si eres contrario a las demandas de estos manifestantes son frecuentes, de ahí que los niños corran el riesgo de sufrir atentados a su integridad.

Ante tal situación, es destacable que el último sábado un buen número de mollendinos saliera a las calles pidiendo que se normalicen las cosas; sin embargo, los otros manifestantes persisten en su posición radical y son un verdadero riesgo, sin que al momento pueda identificarse o detenerse a estos vándalos.

Lo cierto es que la incertidumbre se apoderó de Islay y estas medidas de fuerza solo empobrecen más a la población, que en muchos casos depende de jornadas diarias para ganarse el sustento para su familia; no obstante, ahora la situación es delicada por la intransigencia de los protestantes. Ojalá esto acabe ya.