La lucha que desarrolla Puno hoy es de larga data. En los años 1985 a 1990 se movilizaron miles de campesinos por la llamada “reestructuración de la tierra” logrando que, más de un millón doscientas mil hectáreas de tierras en manos de 42 empresas asociativas fueran entregadas a las comunidades campesinas.

La “reestructuración” fue el avance campesino de la Reforma Agraria que en 1969 implementara el Gobierno de Juan Velasco Alvarado, cuando expropió las haciendas en manos de gamonales entregándolas a las empresas asociativas, sustitución de los gamonales.

Los campesinos que lucharon por la reestructuración de la tierra se beneficiaron recibiendo tierras, con las que desarrollaron la economía y el mercado en Puno, lo que les permitió darles educación a sus hijos, que estudiaron en universidades como la Nacional del Altiplano y la Andina Néstor Cáceres Velásquez. Fueron dirigentes de sus comunidades, y elegidos autoridades municipales y regionales. También hubo empresarios.

Sus padres lucharon por la tierra, justicia social, por la paz y la regionalización. Son esos hijos los que hoy, adultos y ciudadanos, están luchando masivamente por construir ciudadanía.

El proceso de construcción del Perú como nación es una tarea aún inconclusa, decían Mariátegui y Basadre. Estas movilizaciones nos dan, al Perú entero, la oportunidad de avanzar en construir una sociedad más justa con igualdad de oportunidades.

Quienes apoyamos las luchas por la “reestructuración de la tierra”, los mártires de esos años, militantes del PUM, Ande Rojo, Izquierda Unida, PS, NP, PDR, miembros de la Federación Campesina, la CCP, ADEMUC, aprendimos la solidaridad y el proceso de construcción de democracia.

Estas ideas, aún en proceso, resultan de conversaciones con José Luis Renique, Víctor Torres y, en especial, Ana Muñoz R. mi esposa y compañera. Estas, en gran parte, son sus ideas.