Se suele vender la imagen de nuestro Perú como un país de contrastes geográficos, a partir de nuestras tradiciones y costumbres, de la música, cocina, folclore y arte. De esta forma se atrae al turista extranjero. Y eso está bien porque explotamos nuestra diversidad.

Pero hay otros contrastes que no podemos vender porque nos avergüenzan. El más nefasto es la forma irresponsable y antidemocrática como el Estado ha venido gastando el Presupuesto Nacional, y la forma como no ha atendido necesidades básicas. Desde los gobiernos de Paniagua, Humala, Kuczynski, Vizcarra, Merino, Sagasti y por supuesto Castillo, se han gastado más de 46 mil millones de soles en consultorías, regalando a parásitos de su clientela política, recursos que tenían que ser empleados en carreteras, hospitales, escuelas y obras de infraestructura, para otorgar servicios básicos de agua y desagüe a millones y ayuda a pequeños y medianos productores del agro.

Esta bestialidad no es invención de nadie, sino lo que arroja un informe de la Contraloría.

Se han tirado 42,000 soles al desagüe hediondo, alimentando al miasma más representativo de los gobernantes de turno. Y eso sin contar los muertos y heridos de las ONG de las que también maman los sacha académicos genuflexos a dichos regímenes.

Cuando salgo todos los días a trabajar tengo que cruzarme en alguna intersección de grandes avenidas con un triste espectáculo: jóvenes, mujeres andinas y muchachitas con un crío al hombro, vendiendo, ya antes de las 8 de la mañana, golosinas. ¿Qué almorzarán estas pobres mujeres y sus criaturas? ¿Dónde han estado el famoso MIDIS, el MINCUL y otros ministerios en estas dos últimas décadas? Comprando escritorios para su creciente burocracia, financiando consultorías y estudios que terminan encarpetados. O sea derrochando la plata, en vez de paliar agudísimos problemas sociales.

Si como dice la Constitución: La persona humana es el fin supremo del Estado, ¿de qué democracia hablamos?

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