“Inocentes” aquellos que durante la Semana Santa se creyeron el cuento de que tal como lo dijo monseñor Pedro Barreto, el presidente Pedro Castillo había por fin llegado a la conclusión de que lo habían asesorado mal desde hace nueve meses y que era consciente de que era el momento de cambiar el rumbo de su gobierno colocando un “gabinete de ancha base”.
Todo era una farsa. A los pocos días al religioso convertido en vocero de Palacio de Gobierno, el propio premier le dijo “miserable” y el mandatario salió con su anuncio de un ilegal referéndum para abrir el camino a una nueva Constitución que nos lleve por la ruta de Venezuela, Cuba, Nicaragua y quizá también Chile, donde se viene redactando un mamarracho de aquellos.
Era evidente que esto iba a pasar. Si el presidente estaba reunido con un incendiario como Guillermo Bermejo, ¿qué de bueno podía salir? Todo parece haber sido una maniobra para enfriar los ánimos luego de las revueltas del 5 de abril que llevaron a que el mandatario salga corriendo del Congreso para esconderse, en medio de mentiras a los cándidos legisladores.
Ahora tenemos ante nuestros ojos la verdadera entraña del régimen del lápiz que ha venido para quedarse, dejando atrás las “pelotudeces democráticas” de la que tanto hablaba el hoy congresista Bermejo. Todo esto estaba cantado, pero muchos no lo quisieron ver. Ahora hay que ver cómo librarnos de esta manga de incompetentes, corruptos y aspirantes a tiranos.