Mientras escuchaba en la tarde de ayer la audiencia de pedido de prisión preventiva contra Yenifer Paredes me asaltaban algunas reflexiones sobre el presunto papel delictivo de Pedro Castillo y su entorno familiar. Por supuesto que hay sospechas graves y una retahíla de hechos que apuntan a la responsabilidad del presidente y su gente de confianza. Pero me puse a pensar en la imputación de “organización criminal” que les ha caído a los investigados.
Me parece curioso, por decirlo de algún modo, que se hable de organización criminal aquí. Ayer escuchaba la exposición de la teoría fiscal, que señalaba aparentes roles delictivos, mafiosos, dentro de un esquema organizacional preparado con antelación, de modo exprofeso, como si una mente criminal aguda trenzara las acciones a ejecutar.
Perdonen, pero es que aquí, si son ciertas las imputaciones, estamos ante una recua de ladronzuelos, unos torpes personajes delictivos que pensaban seguramente que por haber llegado al poder merecían llevarse alguito, pues, total, “todos lo hacen”. ¿O es que una mafia organizada (mafia chotana, le llaman algunos en las redes sociales) es aquella que es ampayada en el primer zarpazo que da? ¿Qué tipo de organización criminal es aquella que es detectada desde el primer día de acciones?
No es por defender a Castillo y a los suyos, pues aquí todos deben afrontar sus pecados, pecadillos y crímenes varios. Tampoco se trata de que salgan a decir “nosotros robamos menos”. No pretendo con este comentario hacer un atenuante para Castillo y su entorno, ni reprobar la tesis fiscal. Pero las cosas por su nombre. La incapacidad de este señor y los suyos, su impericia, nos han permitido precisamente saber con anticipación sus triquiñuelas, que como podemos ver no estaban tan en la sombra. En todo caso, podríamos llamarla una desorganización criminal. Va más con la realidad.