El jueves pasado, el país fue testigo de la violencia que se empleó en la “toma de Lima”, que adquirió rasgos parecidos a las de Santiago en 2019 y Bogotá en 2021. Las tres “tomas” fueron instigadas por sectores de izquierda, no en vano, la definición de Marx de la violencia “la comadrona de toda vieja sociedad, preñada de una nueva” (El Capital). Y es que esta violencia, como la chilena, busca parir una nueva Constitución que supuestamente transformará el país y arreglará nuestros problemas.

Para nuestros sectores de izquierda radicalizados es más fácil prometer refundaciones y futuros idílicos, que mirar con cabeza fría la realidad y plantear reformas para mejorar las deficiencias existentes sin perder los logros alcanzados, que no son pocos, y es que, los cambios constitucionales pueden ser de todos los tipos y obtener distintos resultados.

Una Constitución liberal como la de Colombia junto con una proteccionista como la de Ecuador pueden diferir, pero fortalecieron el estado de derecho, permitieron transiciones y generaron estabilidad. También son posibles cambios constitucionales mal hechos, como el que acabaron de redactar en Chile, que por ser un suicidio económico llegó a ser rechazada por dos terceras partes del electorado.

Asimismo, puede haber cambios constitucionales perversos, como el de Venezuela que acabó el estado de derecho, la democracia y la economía del otrora país más rico de Suramérica, expulsando a 7 millones de personas a la diáspora y que ha viabilizado la dictadura de Hugo Chávez y Nicolás Maduro por 24 años.

Dado el contexto expuesto, hay una pregunta difícil, pero importante, ¿cuál cree usted que sería el perfil de nuestros asambleístas constituyentes? Y dado ese perfil ¿qué tipo de Constitución podrían redactar? Le dejo la inquietud.

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