La guerra entre Ucrania y Rusia ha acelerado la transición energética en el mundo. En este escenario, el Perú ha sido bendecido pues el insumo principal para este cambio de matriz energética es el cobre. A esto se le suma el inicio de operaciones del Puerto de Chancay este año. Considerando que China es el principal productor de vehículos eléctricos en el mundo, esto significa una oportunidad para el Perú de convertirse en un hub industrial para que las principales empresas trasladen sus plantas de producción al Perú.

Ahora bien, estas oportunidades no se limitan ni se explican solo por Chancay. El Perú tiene ya décadas de exitosa inversión privada en puertos, inversión que, de la mano con la política de apertura comercial seguida en el país, ha logrado mejorar nuestra competitividad y términos de intercambio en el comercio mundial. Aunque Dios parezca peruano o le agrade nuestra tierra, a veces los peruanos no parecemos peruanos, o simplemente actuamos como si no nos importase el país.

La lenta recuperación del PBI comparándola con la recuperación de las últimas dos crisis financieras/económicas mundiales sin considerar de la pandemia, sumado a la caída del PBI potencial son explicadas por una merma en la productividad y factores institucionales que comprometen el crecimiento económico de largo plazo. Dicho en cristiano: no todo es cemento. Los peruanos somos cada vez menos productivos, lo que, sumado a una inadecuada planificación de la formación técnica y universitaria, lograrán que, ante las necesidades mundiales, se importe mano de obra especializada de otros países frente a nuevas industrias emergentes. No solo Dios debe ser peruano, todos debemos serlo, no perdamos la oportunidad.