Siempre en su empeño de dividir a los peruanos desde el absurdo, lo demagógico y el ridículo, ayer el presidente Pedro Castillo ha dicho que quienes marchan exigiendo su vacancia son “los ricos”, como si solo la gente con dinero en el bolsillo fuera la que está en contra de su ineptitud para manejar el país, de la manga de impresentables que ha llevado a su gobierno y de los actos de corrupción que llegan al Despacho Presidencial oficial y al clandestino del pasaje Sarratea.

Oponerse al presidente Castillo no es un tema de ricos o pobres. No se trata de eso que tanto gusta al profesor y sus amigos que se llama “lucha de clases”. Creer eso viene de un razonamiento bastante elemental, quizá propio de un “sindicalista básico” o de quien confunde al Ministerio de Justicia con el Palacio de Justicia. Las críticas al gobierno del lápiz se deben a que de la mano del mandatario y un grupo de delincuentes, sinvergüenzas e incapaces, están llevando al Perú al hoyo.

Criticar la presencia del corrupto Vladimir Cerrón en el entorno del poder, oponerse a ministros como Aníbal Torres y Hernán Condori, cuestionar a un presidente que no da la cara a los medios o que sueña con regalar mar a Bolivia, que ha abierto las puertas a los afortunados sobrinísimos, que llevó a Palacio de Gobierno al platudo de Bruno Pacheco, y que cantaba al son de los mariachis de Karelim López, no tiene nada que ver con ser pobre o rico.

Nadie que quiera lo mejor para su país, puede apoyar a este régimen precario que ha sido capaz de llevar a la administración pública hasta a gente vinculada a delitos como los de terrorismo o asesinato, o que la ha plagado de sujetos acusados de agredir a mujeres mientras la ministra “feminista” mira al techo y se va silbado con las manos en los bolsillos. ¿Acaso los pobres por ser pobres tienen que aceptar estos nombramientos que en verdad son una ofensa?

Mal hace el profesor Castillo –a quien sin duda el cargo le ha quedado inmenso como él mismo admitió ante CNN–, con su estrategia de dividir a los peruanos y victimizarse para tratar de librarse de una vacancia que si no se da la próxima semana gracias a la “oportunísima” reunión del Acuerdo Nacional que se ha convertido en un salvavidas temporal para presidentes caídos en desgracia, quizá se concrete tras la siguiente moción que se presente en medio de otro escándalo.