En una columna anterior sobre el desarrollo de las primarias en el Partido Republicano me referí al excéntrico Donald Trump, el candidato multimillonario que por sus palabras y gestos muy particulares ha logrado ubicarse en el primer lugar de las encuestas que lo convertiría en eventual candidato de esa tienda política para competir con el que lo sea en su misma condición por el Partido Demócrata, mirando la Casa Blanca. En esa ocasión expresé mi rechazo a su propuesta de aprobar la práctica de la simulación de ahogo para obtener información, tan descalificable como la que acaba de lanzar para impedir el ingreso de musulmanes en Estados Unidos. Hay una incuestionable carga prejuiciosa que impacta con la propia naturaleza de los derechos humanos tan pregonada en el país. Asumir como criterio de seguridad la prohibición de que todos aquellos que profesen la religión islámica no podrán entrar en el país es horroroso. Está claro que para Trump todos los islámicos son terroristas y esa es una torpe y ofensiva conclusión. Nadie puede respaldar -en su sano juicio- esta cruel iniciativa que perjudicará no solo a los migrantes refugiados que escapan del conflicto en Siria, sino de todos aquellos que sin que tengan que ver con la dimensión y gravedad de la guerra, vean recortados sus derechos de ingresar libremente en el país que se dice ser de todas las sangres. No veo a Trump ganador de nada. Me resisto a pensar que la inmensa mayoría de estadounidenses pudieran creer que este señor es la mejor opción para el país. Al contrario, lo que está haciendo es seguir exacerbando a los yihadistas que podrían ensañarse otra vez dentro del país.