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Se debe reconocer y valorar que el ministro Saavedra haya hecho esfuerzos por recuperar el tiempo perdido en los tres primeros años del gobierno de Humala. Ha retomado, con acierto, medidas de gestiones anteriores que su propio gobierno dejó de lado: la Jornada Escolar Completa, el mantenimiento de los colegios, el programa de inglés, las obras de infraestructura y los Colegios de Alto Rendimiento (el concepto del Colegio Mayor, un logro del quinquenio), el programa de becas.

Pero de ahí a que el presidente de la República y el ministro de Educación sostengan que está en camino una gran reforma educativa hay mucha distancia. Y es que no se ha producido una intervención en la mayoría de factores intervinientes para avanzar hacia un sistema educativo de calidad para todos y todas.

El Ministerio de Educación debiera hacer una reflexión autocrítica. Por ejemplo sobre: la aprobación de un currículo escolar incompleto con serios cuestionamientos; la existencia de alrededor de 100 mil docentes contratados que atienden a un tercio de alumnos de los planteles públicos y que no haya ningún profesor en la sétima y octava escalas; y la recentralización pedagógica en marcha con técnicos en las provincias que dependen de Lima. Un tema preocupante es la “reforma universitaria”, basada en la centralidad de la Sunedu sin mejorar el talento docente e investigativo ni los recursos para la universidad pública. Igualmente, los bajos resultados de aprendizaje en secundaria.

Por lo señalado, el nuevo ministro de Educación que sea designado por el presidente electo de la República debiera asumir una postura crítica, constructiva y concertada en una lógica de cambios y continuidad.