Con la cantidad enorme de basura que hay en internet, noticias falsas, calumnias, virus informáticos, hackers y rumores que circulan cada vez más rápido -amplia y profundamente, y a bajo costo, debilitando nuestros sistemas sociales-, es importante tener la capacidad de frenar tal velocidad de circulación y aceptación de dicha información, crear la fricción que desacelere esos flujos (John Hagel).
Esa desaceleración permite pensar mejor las adquisiciones digitales, las adhesiones a lo que otros publican, escuchar las perspectivas diferentes sobre un mismo tema antes de asumir una posición, volvernos más respetuosos y receptivos. Con la circulación de tanta información que no es filtrada, es necesaria una dosis de escepticismo frente a todo lo que uno lee y otra de decencia cívica frente a lo que uno escribe.
Un estudio de Sam Wineburg de la Escuela de Graduados de Educación de Stanford (Brooke Donald, 22/11/2016) encontró una desalentadora incapacidad de los estudiantes para razonar sobre la información que ven en internet, diferenciar artículos de publicidad, reconocer de dónde viene la información, o mostrar algún reparo o escepticismo frente a un artículo que proponía planes de financiamiento familiar escrito por un ejecutivo del banco auspiciador. Muchos no se fijan en los auspiciadores de los artículos para juzgar la credibilidad de lo que leen.
De allí, el reto no tradicional de que los alumnos aprendan cómo leer en la internet, cómo verificar con otras fuentes la validez de lo que leen y la importancia de cruzar información respetando las diversas posturas en juego.