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Las preguntas e intervenciones de los congresistas durante la interpelación a la ministra Flor Pablo por los contenidos “no aptos para escolares” de los textos escolares son un test proyectivo de su creencia de que la educación e identidad sexual de los alumnos se juega solamente en aquellas áreas y espacios que el currículo designa para tal fin y en los textos escolares oficiales. No entienden que lo verdaderamente educativo es invisible al currículo, y ello no puede encasillarse en ciertos cursos y horas de clase previstas para cada tema porque está en todas partes y en cualquier momento.

Veamos este ejemplo de una clase de literatura. Una alumna a la que le atraen las mujeres lleva a clase para debatir este poema de Susana Thénon, porque expresa lo que ella siente por una compañera: “Si te odiara, el mundo no se inmutaría: nunca el mundo se ensaña con los que odian. En cambio, te amo y todo es catástrofe alrededor: las voces, las manos, los rostros, todos quieren apedrearnos”.

¿Qué haría la profesora? ¿Decirle que ese poema es perverso e inaceptable en su clase? ¿Que esa autora no está en el plan lector? ¿Que lo que dice la autora, o lo que la alumna siente a través de ella, no tiene cabida en esa clase? ¿Mandar a la alumna a que hable con la psicóloga o la directora? ¿Ignorar a la alumna y pasar a otra? ¿Anotarlo en el SISEVE como violencia psicológica?

Si ese poema -y otros que, por ejemplo, aluden al erotismo- estuviera entre los links de los textos escolares, ¿se censuraría a la maestra o a la ministra por violar el derecho de los padres a la educación sexual de sus hijos? 

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