¿Por qué los peruanos no regulan su conducta para asumir las reglas de convivencia que demandan acatar las cuarentenas con las salidas excepcionales autorizadas, como se hace evidente cada vez que estas se anuncian?

Porque los gobiernos del Perú desde hace mucho tiempo han preferido ordenar antes que persuadir, imponer antes que inspirar, sancionar las trasgresiones antes que alentar las buenas acciones. El resultado es que la gente no respeta la autoridad y hace lo que le da la gana salvo la inminencia de una sanción.

La prevalencia de este enfoque autoritario y amenazador en lugar del empático convocante, es el resultado de que han sido educados así desde edades tempranas. En vez de enfatizar la capacidad de pensar con autonomía en el bien común se les llena la vida con demandas para que contesten exámenes de matemáticas y lectura. Les han dicho que eso garantiza la buena vida. Han sido educados para esperar a que otros (padres, maestros) decidan por ellos y ejerzan un control externo de sus conductas (vía notas, castigos y suspensiones). Entonces ¿por qué habría de sorprendernos verlos así en su edad adulta?

La educación peruana construye cárceles mentales en nuestros alumnos y los incapacita socialmente para actuar con autonomía, responsabilidad social, creatividad y vocación por el bien común.

Si de veras nos interesa ser parte de una nación democrática, pujante, mentalmente sana, que organiza sus energías creativas para resolver los grandes problemas nacionales pensando en el bien común, hagamos que esos sean los valores dominantes de nuestra educación. Es muy simple.