En la política son necesarios los liderazgos fuertes, de lo contrario ni se podría conquistar el poder ni se podría obtener gobernabilidad, pero al mismo tiempo cuando el estilo pasa de fuerte a obtuso, hasta intransigente, el proyecto político se viene a pique. Que te teman, pero que no te odien, diría Maquiavelo.Parecía que Vladimir Cerrón había logrado entender esta premisa al conformar Perú Libre, su proyecto político. Sabía que él no sería presidente, pero escogió a Pedro Castillo como candidato, y así gobernar en cuerpo ajeno. Y a pesar de que Castillo ha gobernado con más sectores y Cerrón no ha recibido todo lo que esperaba, es consciente de que ha recibido muchísimo y que nadie le daría más de lo que Pedro le ha dado.Pero, si bien Cerrón ha aprendido a compartir —por las malas— con otros el gobierno, no fue así en su propio feudo, Perú Libre es su chacra y se hace lo que él dice, punto. Cualquier disidencia frente a su criterio en las decisiones del partido, es interpretada como subversión. ¿De dónde sale este estilo? De Cuba. Fidel Castro pudo ejercer de forma vertical el poder gracias a las peculiares características del régimen que instituyó en la isla, pero esto dista mucho del Perú, donde aún si no quieres pertenecer a una organización, puedes renunciar a ella. Así es como la otrora bancada mayoritaria de Perú Libre en el Congreso, ha quedado esta semana integrada por solo 15 nombres.Todo parece indicar que la astucia que llevó a Cerrón a negociar para conquistar el poder, se ha esfumado por su ego a la hora de gobernar, y con ello ha disminuido el poder de su partido y aumentado la competencia en su propio espectro político. Todo un bocado para la oposición.

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