En el interior del país hay innumerables centros arqueológicos como símbolos de un pasado milenario y rico en historia. Hace más de mil años, en el valle del Mantaro y zonas de la sierra se asentaron nuestros primeros antepasados y gracias a ellos tenemos muchas fortalezas arquitectónicas de gran relevancia, y que trascienden en el tiempo y espacio.

Viajando por varios centros arqueólogos, pudimos ver que la mayoría de ellos (por no decir todos) está completamente abandonada como, por ejemplo, Unish Kuto, en San Jerónimo de Tunán; Ilish Pichacoto, en San Pedro de Saños; Shuctoloma, en Quilcas; Arwaturo, en Ahuac; Las Chullpas, en Pucará. Estos, solo son algunos de los restos arquitectónicos más conocidos del valle del Mantaro que están en el olvido, pues, con el transcurso de los años, el cambio climático y la mano del hombre, han sufrido graves daños en su estructura y numerosos saqueos.

Nos preguntamos: ¿Quiénes son los encargados de velar por la preservación y estudio de las fortalezas? Lamentablemente las autoridades competentes brillan por su ausencia. Quizás, por la falta de interés e iniciativa, el gobierno de turno no destina ningún tipo de presupuesto para fomentar la investigación y principalmente el cuidado necesario de los centros arqueológicos.

Estoy seguro que, invirtiendo en el estudio y mantenimiento de los restos antropológicos del centro del Perú, estos atraerán mucho turismo y fomentarán una economía basada en la industria sin chimenea. Esperemos que no sea tarde, para rescatar la esencia de la cultura que nuestros antepasados nos han dejado.