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El acoso y agresión escolar (bullying) no solo se produce en el ámbito del local escolar y sus inmediaciones, sino en las redes sociales y en el barrio; por eso merece un tratamiento especial y permanente en el trabajo tutorial y educativo, que debe extenderse más allá de las instituciones de enseñanza, abarcando el hogar y la sociedad en su conjunto. Es un fenómeno social, educativo y psicológico que se produce típicamente entre escolares y no entre otras personas ni en otros espacios, como se deja entrever en algunos medios.

Este fenómeno afecta seriamente el comportamiento y el rendimiento escolar. En muchos casos es un proceso que se alimenta mutuamente. Está probado que los agresores y agredidos, con sus propios perfiles, presentan una débil estructura emocional cuyo epicentro es su baja autoestima.

Los directores, tutores, docentes y padres de familia con el asesoramiento de psicólogos escolares deben ejecutar las acciones educacionales oportunas y pertinentes, ya que chicos y chicas con una consistente estima no solo se valoran así mismos sino a los demás. Deben tener conocimiento de los casos que se presentan en la institución educativa, identificando oportunamente sus conductas manifiestas, sus causas externas e internas, así como sus consecuencias. Del mismo modo, deben tener claridad sobre quiénes son los alumnos agresores, agredidos y observadores que participan en un acto de bullying.

Esperamos que el próximo gobierno restituya la Dirección de Tutoría y Orientación Educativa del Ministerio de Educación, que era el órgano de línea nacional que se preocupaba por la prevención e intervención ante el bullying desde las áreas personal-social y de salud mental. Y comenzar a contratar psicólogos para que haya uno por cada colegio, tal como manda la ley.

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