El Ministerio Público ha iniciado una investigación al jefe de Estado por presuntos actos delictivos, luego que sendos candidatos a colaboradores eficaces lo señalen como cabeza de una organización delictiva. Una condición de investigado que se suma al clima de inestabilidad política reinante: audios donde se festinan negociados contra el erario público, ministros nombrados con serios cuestionamientos personales, otros que salen por renuncia, censura o separados por el gobierno. El presidente de la República, con cuatro gabinetes en menos de un año, recurre a una serie de asesores nacionales y extranjeros para convertirse en estadista, es decir, en una persona que sepa qué hacer por el país y también cómo hacerlo en favor del bien común.
¿Es posible que los asesores puedan mejorar la performance presidencial? Los problemas de comunicación se pueden corregir en el tiempo gracias a la técnica y permanente entrenamiento; pero volverlo un estadista resulta más ambicioso, por ser fruto de una rica formación personal forjada en el tiempo. Se trata de una preparación integral, conocimiento de los problemas nacionales y consecuencias de aplicar de políticas fallidas; una larga experiencia partidaria, inteligencia emocional, liderazgo, competencia, sagacidad y capacidad de convocatoria a los mejores cuadros para su gabinete. Un conjunto de cualidades difíciles de encontrar en medio de una campaña presidencial. La orfandad política de un país se reconoce a partir de estos estándares.
La aparición de graves indicios que comprometen la credibilidad y continuidad presidencial en el cargo, bloquean cualquier intento para mejorar su imagen y comunicación. Por eso, si su condición como inquilino de Palacio de Gobierno se convierte en una coraza de protección que sólo permite acusarlo por ciertas causales (artículo 117 CP), la sede de gobierno se reduce a un cuarto de pánico de donde no se quiere salir.