¿Quién es el médico, abogado, ingeniero, arquitecto, etc. feliz en su profesión? Aquel que se levanta en la mañana con entusiasmo para ir al trabajo, asume sus tareas con ganas, siente pasión por su campo, le encanta investigar y aprender sobre su profesión, se entusiasma con los proyectos, procedimientos o tratamientos nuevos. Al final del día, aunque cansado, siente que creció profesionalmente, o que mejoró la vida de otros con sus acciones.
Ese tipo de felicidad es la que merecen los niños que van al colegio que deben desarrollar la pasión por la investigación y el aprendizaje, las ganas de ir diariamente al colegio, y la comodidad con la convivencia, exigencias y actividades que allí se realizan.
La realidad es que pocos lo sienten así. Algunos lo sienten en ocasiones muy precisas, como la clase de arte o de deportes que les apasiona o alguna que otra clase con un profesor que despierta su motivación. Pero la mayoría siente que su vida escolar es pesada, densa, limitante; contiene exigencias desagradables e incomprensibles. Procuran evitarla o evadirla y faltar usando cualquier excusa. Se sienten cargados negativamente por las actividades que implican asistir a clases, hacer exámenes, tareas y trabajos.
¿No tienen nuestros niños el derecho a ser escolares felices en los términos descritos? ¿Abona a favor de una excelente carrera académica y vocacional partir del sentimiento de malestar escolar?
Quizá sea hora de revisar los criterios de lo que es una buena escolaridad.