En el año 2012, Google inició el Proyecto Aristóteles (Julia Rozovsky), con el objetivo de identificar cómo es el “equipo de trabajo perfecto”. Revisaron la literatura, analizaron los datos de los perfiles de los integrantes de los 180 equipos de trabajo, concluyendo con la relevancia central de las “normas de grupo”, es decir, las reglas no escritas de la convivencia en grupo.
Ubicaron un estudio de psicólogos de Carnegie Mellon, M.I.T. y Union College del año 2008, que descubrieron que la “inteligencia de grupo” era mucho mayor que la suma de las inteligencias de los individuos que lo conformaban. Ellos descubrieron que lo que diferenciaba al buen grupo del disfuncional era la manera como se trataban unos a otros los miembros en el grupo. Sin embargo, no todos los grupos se comportaban igual.
Encontraron que la clave estaba en dos ítems: 1) Los integrantes hablaban la misma cantidad de tiempo cada uno (igualdad en la distribución de turnos conversacionales). 2) Todos los integrantes tenían un alto grado de sensitividad social, es decir, empatía para darse cuenta de qué modo sus gestos no verbales y conductas afectaban a los otros miembros del grupo.
El grupo era un espacio seguro para tomar riesgos interpersonales que no generasen incomodidad o represión alguna. Eso incluía, por ejemplo, iniciar las sesiones haciendo bromas y contando cosas personales para sentirse cómodos y energizados. Así, el reto de las organizaciones está en crear ambientes de trabajo psicológicamente seguros (“What Google learned from its quest to build the perfect team”; Charles Duhigg, NYT Magazine, 25/02/2018).