La semana pasada falleció la gran Ruth Bader Ginsburg (RBG), magistrada de la Corte Suprema de Estados Unidos. Como abogada y como jueza, luchó con valentía por demostrar que los hombres y las mujeres pueden ejercer los mismos roles en la sociedad.
La vida de RBG se ha apagado, pero permanecerá como una inspiración en muchos niveles. Por un lado, para una sociedad estadounidense que hoy resiste tiempos políticos muy difíciles. Por el otro, para mujeres y hombres alrededor del mundo, que no solo sueñan con generar cambios reales, sino que se atreven a intentarlo a través del esfuerzo diario.
El ejemplo de RBG resulta especialmente relevante ahora que en nuestro país se inicia el camino para renovar seis de las siete plazas del Tribunal Constitucional. No es un dato menor señalar que en su historia, nuestro Tribunal solo ha tenido a dos mujeres como magistradas. Dos en una lista de veintiséis. Esto tiene que cambiar. Pero para lograrlo, necesitamos que las mejores juristas se animen y postulen. La trayectoria de RBG es un gran ejemplo del tremendo impacto positivo que una mujer justa puede lograr en un tribunal y en la sociedad.
El proceso de elección dista de ser perfecto, y existen críticas válidas sobre el accionar de la comisión responsable de organizarlo. Sin embargo, no debemos perder de vista que este Congreso cumplirá con su encargo y elegirá a seis personas de la lista de postulantes. Las mujeres justas que postulen deben superar los reparos al proceso, poniendo por delante lo que está en juego: el futuro de nuestra justicia constitucional y los derechos de millones de peruanos.