Se han preguntado por qué el servicio de limpieza pública tiene una calidad en deuda. Uno también se cuestiona, si todos pagamos por áreas verdes y recojo de basura, por qué las calles siguen siendo un muladar. Hay dos factores: la municipalidad no cumple su función y la gente es bien sucia. No hay de otra.

No culpemos de todos nuestros males a quienes nos gobiernan. Sé que gran parte del problema se debe a una mala administración de los recursos para limpiar las ciudades, como también es cierto que quienes llegan a ser jefes en dichas áreas ediles no dan la talla ni para pasar el recogedor.

También es verdad que los ayuntamientos no tienen un plan del cuidado de medio ambiente, ni se mentalizan en concientizar a los niños para que cuiden el ornato de sus ciudades, y tampoco utilizan bien los recursos residuales (otros se hacen ricos con semejante insumo).

Todo esto es lo que nuestra mente puede imaginar sobre la suciedad en las calles. Pero, otra realidad es cuando uno transita por las mismas. Gente que bota las botellas y los platos descartables, además de bolsas donde comió su sandía o su caña, y muchos pitecantropus erectus en el volante que cada cierto tiempo limpian su vehículo arrojando a la pista los vasitos de gelatina que dejaron sus pasajeros.

Por si fuera poco, afuera de las discotecas o restaurantes, los orines surcan como parte del paisaje, mientras las colillas de cigarros se pegan en la vereda.

Después de esto, sinceramente, ¿creen ustedes que solo la autoridad no hace bien su trabajo?, ¿meten las manos al fuego por quienes transitan botando los boletines de las academias? No, ¿verdad?

Entonces, hagamos dos cosas. Corrijamos a quienes vemos ensuciando nuestras calles y elegimos mejores autoridades. Y estas últimas, con la plata que nos cobran, escojan mejores funcionarios.