No es casual la escalada infernal que ha desatado el movimiento terrorista Hamas. Ahora se esfuerzan por presentarse como víctimas, usando masivamente escudos humanos de la población árabe Palestina en Gaza.

Hace meses se producen graves acontecimientos contra la seguridad y vida de israelíes y extranjeros. Hoy, la barbarie ha tomado vidas de inocentes israelíes. La respuesta legítima de defensa del Estado de Israel no admite cuestionamientos.

El odio fundamentalista y excluyente no pudo evitar la prevalencia de Israel en 75 años, y hoy los proclamados valores religiosos para excusar atentados terroristas han evolucionado perniciosamente, y de turbas enardecidas antes, hoy han pasado a ser organizaciones equipadas y financiadas.

Es una pena haber escuchado por radio, mientras se escribían estas líneas, al embajador palestino en Lima decir que Hamas no es un grupo terrorista y que los israelíes lo son.

Hamas se esconde en sus guaridas bajo tierra mientras mantiene rehenes propios y ajenos. Pero llegó el momento de que desaparezca, y eso va a ocurrir, indefectiblemente. Mientras tanto, ataca ciudades israelíes buscando más víctimas. Y la respuesta israelí, como no podía ser de otra manera, es firme.

Y como era previsible y típico, el antisemitismo asoma ahora su lado más perverso en la misma Europa, donde el activismo terrorista se disfraza de humanitarismo y desencadena violencia. La tolerancia europea, que acogió al Ayatola Jomeini en los años 70 del siglo XX siendo primigenio difusor del fundamentalismo islámico convertido en Estado, podría pasarle factura en algunas pocas décadas.

Pero como ha sido siempre en la historia, Israel y su pueblo prevalecerán. Israel no está solo, pero hay que levantar la voz para condenar el terrorismo y su afán por imponer una falsa verdad y paralizarnos con el terror. Dios bendiga a Israel.

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