Volvió la bicameralidad a la agenda cuando el país más necesita del equilibrio político que proporciona una segunda cámara reflexiva en el Congreso. Un tercio de parlamentarios ha querido condenarnos a la crisis política que ha afectado al Legislativo durante los últimos años y votó en contra de una reforma vital. Se anuncia la reconsideración que ojalá se produzca, pero a estas alturas las dudas se justifican. El país va olvidando lo esencial del debate amplio, plural y sensato, que impida dislates en la aprobación de las leyes. A pesar de los principios que articulan nuestra Constitución orgánica, hay quienes dicen acatarla, pero como minoría se oponen al fortalecimiento de nuestra democracia y a la eficiencia de nuestra representación nacional. Saben que una segunda cámara podría significar el rescate de la representatividad afectada por una larga crisis. Necesitamos un parlamento bicameral para beneficiar las iniciativas legislativas con una mayor reflexión y un eficaz equilibrio frente a intereses particulares y a cierta presión mediática. Necesitamos fortalecer la legitimidad y la confianza en un Congreso que se ha ido desdibujando como elemento esencial del estado de derecho peruano.
Un Congreso bicameral oxigenará la política, ampliará el debate tan venido a menos y generará mayores beneficios y ventajas que mantener su ausencia a contracorriente de lo que sucede en los países modélicos de la democracia global. Aquellos donde las mejores leyes se analizan y se discuten dos veces. No se trata de aprobar leyes a mayor velocidad, se trata de lograr su calidad y legitimidad. Esperamos que la reconsideración prospere y la reflexión se imponga para ganar mayor eficiencia para la democracia y la gobernabilidad. Increible que solo falte el voto de un congresista que decida por el país y no por la consigna.