Los reportes de los principales agentes económicos nacionales e internacionales son categóricos. En resumen, redujeron la proyección de crecimiento de la economía peruana y le dan un cariz negativo. La inestabilidad política, que parece haberse arraigado en la vida del país, es un factor clave en esta debacle, pero también la desconfianza de los mercados ante el desconcierto y la incertidumbre.

Mientras tanto, el Gobierno sigue bastante lejos de dedicarse a resolver problemas que tienen la condición de urgencia. Ya es momento que afronte seriamente este terrible panorama. Debe entender que si la economía peruana crece menos de lo esperado habrá más desempleo, los trabajadores independientes tendrán menos clientes y aumentará la pobreza.

No es raro entonces que el 54% de peruanos estime que la situación económica actual es mala o muy mala, según una encuesta de Activa Perú. Además, el 51.3% de la gente considera que sus ingresos no le alcanzan para cubrir los gastos del mes, cuando en julio era del 46.5%.

Este panorama sombrío debería ser un llamado a la acción para todos los sectores de la sociedad peruana. La colaboración entre el Gobierno, el sector privado y la sociedad civil se hace indispensable para revertir esta tendencia preocupante. Se requieren medidas concretas para fomentar la inversión, impulsar la creación de empleo y restablecer la confianza en la economía peruana. El problema es que el Gobierno parece tener otras prioridades y el Congreso está decididamente de espaldas al pueblo, que dice representar y defender.

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