Es chocante y repele el nivel que muestra el , . Su presencia constituye una demostración más de que las falencias del nuevo gobierno alcanzan no solo al fondo sino a la forma. El jefe de la PCM bien podría ser parte de una comedia, actuar en JB, aspirar a clown o aprovechar sus habilidades para cuando algún circo llegue el país tras la pandemia.

Antes, ya había dado indicios de esa ingrata “habilidad” pero el domingo ante el periodista Enrique Castillo su nivel alcanzó las escalas más patéticas. El tema es más que cosmético si tenemos a un premier al que todo le da risa o busca ser el bacán del barrio cuando el dólar repunta, los precios de la canasta básica no cesan de subir, la tercera ola del acecha o el gobierno naufraga por el escándalo de designaciones inconcebibles y sospechosas.

, por si fuera poco, es capaz de pasar de un estado de alegoría incontenible a otro de ira brutal y de insolencia, para decirle al hombre de prensa, frente a miles de televidentes, que “”.

El tema además es que lo dice un explícito defensor de Edith Lagos, un homofóbico tenaz y un misógino consumado. Un personaje funesto desde todos sus ángulos y perspectivas, que degrada la figura del premierato y que por lo expuesto torna imposible que genere un mínimo indispensable de esperanza.

En ese escenario, no es posible otorgar el voto de confianza al Gabinete Bellido si el principal obstáculo es el propio Bellido. No se puede ser dócil, tolerante, comprensivo con esos niveles de delirio y ese reboso de comicidad, salvo que se crea que el Perú es el coliseo Amauta y que bien puede dirigirlo el payaso Perejil.

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