En un país tan polarizado, ¿qué nos une? Es Grau el personaje de nuestra historia por un acto heroico en una guerra perdida, en un triunfo moral que nos enalteció como una nación altruista. Suena hasta romántico, pero es lo que hemos sido y somos, que en las pocas victorias nacionales se solidariza con el dolor ajeno. Un territorio que apoyó a Argentina en el conflicto por Las Malvinas y al que le pagaron vendiéndole armas a Ecuador en el Cenepa. Unidos en el sufrimiento.

Aquí en el Perú nos hemos peleado hasta por el himno, cuya segunda estrofa fue reemplazada durante el segundo gobierno de Alan García, quien intentó borrar en el subconsciente nacional que “largo tiempo el peruano oprimido la ominosa cadena arrastró; condenado a cruel servidumbre largo tiempo en silencio gimió” y etiquetó al ciudadano con la odiosa comparación del perro del hortelano. Sí, estamos en constante lío, y, tal vez, nos une la libertad de discutir.

En las últimas décadas nos han enseñado que los bomberos son los cojudos que trabajan gratis, que aprovechemos las ambulancias para evitar el tráfico, que los semáforos son adornos de madrugada y que a la policía se le arregla con cinco lucas. Ya no hay más héroes porque estos prefieren ser anónimos. Aquellos que dan la vida por una buena causa son enlodados por las discrepancias ideológicas. Si eres de izquierda, derecha o tibio caviar estás frito.

Sin embargo, en estos días de fiestas patrias hay que agradecerles a quienes, con su vida e ideas, defendieron las columnas del desarrollo económico y social, y condenar con fiereza y sin contemplaciones a aquellos que se enriquecieron con el dolor del crecimiento de la pobreza. En 203 años de libertad, el Perú es más grande que sus discrepancias, nos construimos entre disparos ideológicos, pero seguiremos siendo libres.

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